jueves, 20 de octubre de 2016

Sobre algunos de los grandes y eternos nombres de nuestra historia del arte

Es una suerte de anticipación volver a repasar algunos de los ilustres nombres del arte argentino, como siempre hacemos cada tanto, no solo porque creemos como obligada la razón de recordar nuestra propia historia, sino que oculta un sentimiento muy profundo del significado que debe tener el sentirse argentino. Artistas que defendieron su condición sin ningún tipo de excusas, que fueron más que simple trayectoria, más que idealistas de una época, más que nombres ilustres. Nos legaron un sinfín de razones para concebirnos orgullosos de elegir en cada día el país que vivimos por mas dificultades existan, siempre serán mejor nuestra tierra, nuestros símbolos, nuestra gente, nuestros artistas.

Javier Maggiolo: Nació en Buenos Aires en 1875 estudio dibujo desde muy joven y mas tarde será alumno de Della Valle también uno de los grandes artistas argentinos y también estudia de cerca la obra de Ernesto de La Cárcova. Mas tarde será nombrado profesor en la Academia Nacional de Bellas Artes. Luego se traslada a Francia allí residirá por once años, para regresar al país. Sus obras tanto en desnudos, como naturalezas muertas y bodegones son de excepción, por la frescura que logra en los colores y la delicada línea que ciñe los trazos de sus trabajos que irán poco a poco dejando emerger a un artista sin igual. Es un conocedor de la anatomía humana a fondo, pero a la vez existe una suerte de levedad y soltura en su pulso, rasgos de espontaneidad que van sin embargo sujetándose a la más esmerada de las técnicas, sus obras son únicas y están repletas de significados. Maggiolo podríamos decir que refleja el espíritu de su tiempo.

Héctor Nava: Nació en Buenos Aires en 1875. Tras sus estudios en Europa sobre arte, y una extensa temporada en Venecia, y en Paris, es nombrado profesor en la Academia Nacional de Bellas Artes. Es un artista que juega con los colores calidos, pero su pintura posee fuerza, es vigorosa y avasallante hasta el punto que es imposible pasar desapercibido de sus gruesos empastes y su resolución de la luz; paisajes de diferentes estancias del mundo donde hubo de permanecer, bodegones, y autorretratos donde a mas de perfección hay una atmósfera espiritual que no permite evasiones al espectador. Nada queda librado de su pincel, iglesias, calles, paisajes urbanos o extramuros, plazas y barrios populares, es un artista de esos que nacen con el encanto a cuestas y así lo reconoce la historia del arte argentino.
José Antonio Terry es otro de nuestros grandes artistas de excepción de la misma época nacido en 1878 que rescatamos de la memoria por dos cuestiones trascendentales y que nos parecen dignas de mencionar, la primera que además es especial pues el hecho de haber nacido sordo- mudo no impidió que pudiera trazarse un camino brillante en el arte y la segunda es que pocos artistas de su tiempo lograron tener tanta repercusión internacional. Curso estudios en la Sociedad Estimulo de Bellas Artes teniendo por maestros a Giudici, Della Valle y de La Cárcova. Luego se ira una temporada a Chile y seguirá sus estudios bajo la dirección de Pedro Lira mas tarde viajara a Paris y permanecerá allí por seis largos años, frecuentando el taller de León Bonnat.

Su temática son los tipos y costumbres del norte argentino. Intentaba que sus obras poseyeran cierta luz de sabiduría, que existiera en sus mensajes un sentido humano. Se alejaba de la improvisación y se tomaba todo el tiempo necesario para dejar madurar sus trabajos. Uno de sus óleos, La Enana Chepa y su Cántaro, que delimita límpidos detalles en la naturalidad de los sufridos personajes jujeños, le convertirán en un verdadero icono de nuestro arte al ser adquirida dicha obra nada menos que por el Museo de Luxemburgo. Una suerte de conjunción entre color, línea, densidad, y materia hacen de su trabajo un punto sin comparación ya que también el Museo de Arte Moderno de Madrid adquirirá una de sus obras, llamada abuela y nieta. Mas tarde incursionara también en algunas pinturas religiosas donde cambia la tonalidad de los colores decayéndolos y creando a la vez una atmósfera que atraerá la mirada de críticos de todo el mundo.

Para finalizar y tal vez es solo un detalle sin importancia pero habrán notado que no incluimos la fecha de los decesos de estos ejemplares artistas de lo nuestro de comienzos de 1900 quizá y no por casualidad esto ocurre, pues de seguro creemos que los grandes artistas continúan vivos en su obra y cada uno de estos vino a cumplir una promesa justa y certera la de ser lógicamente parte de nuestra gran historia del arte y de ser inolvidables, eternos por su tanto talento.

La Generación del 80 y los inicios del consumo cultural en Argentina

Hacia 1880 la argentina se inserta económicamente en el mercado internacional y se ha señalado ese instante como el nacimiento del consumo cultural en nuestro país, por parte de los sectores burgueses, esto hace que también se funde de un aspecto estético - ideológico a las producciones artísticas.
Si realizamos un breve repaso sobre los comienzos del arte argentino y en especial en los años en que comienza un desarrollo, una búsqueda del “ser nacional”, aquello que los identifique con las características específicas de la argentinidad. Esta necesidad se ve íntimamente ligada a la obtención de la tan ansiada sociedad civilizada impulsada por los gobernantes intelectuales y políticos como: Domingo F. Sarmiento, Rafael Obligado, Aristóbulo del Valle Carlos y José María Gutiérrez, todos ellos reunidos en el Ateneo.
Son aquellos hombres de la década del 80´ quienes observaron un atraso en las artes plásticas con respecto a su proyecto de Nación, el cual ponía especial énfasis en el desarrollo de las “Bellas Artes” y a la que veían con mayor desventaja con respecto al adelanto alcanzado por otras artes como la literatura o la música (y dentro de ésta al género de la ópera) puntos importantes para su misión de civilizar la Nación.
Es en este momento en que surgirán ciertas transformaciones nacidas de la reflexión sobre la producción artísticas. Se realizaran nuevos géneros pictóricos como la pintura de temas históricos, las alegorías, el desnudo, entre otros.
Recapitulemos que en todo momento (dentro de éste periodo artístico) la mirada de los artistas esta puesta en Europa, es allí donde el artista debe triunfar para ser apreciado por sus coterráneos, su educación no estaba terminada si no pasaba unas temporadas en el viejo continente visitando los museos y estudiando las obras consagradas (y de alguna manera esto no ha cambiado en demasía).
Este periodo no se caracterizó por tener un desarrollo armónico o constante muy por el contrario estuvo lleno de confrontaciones y batallas en la prensa y las revistas de moda, de las cuales surgió un clima que fue forjando una cultura artística moderna.
Es en la década del ochenta cuando se solidificara la profesionalización de la actividad artística surgida en la década anterior. El mercado internacional del arte se inserta con éxito gracias al significativo consumo cultural como dijimos anteriormente de sectores burgueses y a que sus intereses económicos tienen un importante crecimiento debido al proyecto político liberal. Es a comienzos de esta década que se producen cambios importantes que beneficiarán la circulación de las obras artísticas, la apertura de nuevos espacios para las mismas como es el caso de las ferias industriales, en las que el arte se ve unido a lo que se percibía como una manifestación visible del “progreso”, hecho que se registra en la Exposición Continental organizada por el Club Industrial en Buenos Aires en 1882. Esta exposición tuvo un carácter internacional y contó con una sección de Bellas Artes. Dicha sección que ocupaba un lugar destacado fue una de las mas concurridas según la prensa de aquel entonces. Se expusieron una cantidad importante de pinturas, esculturas, dibujos y otras técnicas. Obras de artistas como Juan Manuel Blanes (pintor ya consagrado), y artistas que se estaban formando en Europa (casi todos pertenecientes a la Sociedad estímulo de Bellas Artes) entre ellos los pintores Reinaldo Giudice, Graciano Mendilaharzu, Augusto Ballerini, Ángel Della Valle y escultores como Francisco Cafferata y Lucio Correa Morales.
Es en este periodo cuando aparecerá Cándido López (1840- 1902) otro de nuestros geniales artistas, desentendido de su tiempo, pues sus obras no fueron consideradas sino meros documentos históricos, objetos de archivo. Ya a mediados de 1900 serán redescubiertos y valorados porque este artista ensayaba fórmulas creativas completamente alejadas de los cánones de su tiempo. Así en los primeros ochenta existe una actividad que va preparando los escenarios para la recepción de los artistas que regresan desde Europa y en torno a los cuales se irá renovando el panorama de la plástica en Buenos Aires.
No podemos hablar de arte sin conocer algunos rasgos de esa historia que nos sigue costando aceptar como propia, por eso el compromiso de nuestra argentinidad pasa también por indagar sobre ese pasado que oculta hechos sobresalientes y que vale la pena recordar.

Sobre José Alberto Marchi. Solo extraños buscando un horizonte…

A sus obras las conocimos en Bs. As. hace unos años, un día en que la lluvia nos obligo a quedarnos en una pequeña galería de arte de esas donde a veces se encuentran algunos ocultos tesoros.
Obras de neto corte realista pero que por cierto poseen una suerte de exaltación de las formas que nos atrajo de inmediato, mientras nos parecía que ahí nomás se acortaban las veredas hacia la eternidad.
José Alberto Marchi nació en Bs. As. en 1956, nieto de italianos, creció en un entorno de trabajadores, su abuelo uno de los mejores sastres de la ciudad fue quien influyo en su manera de pintar, pues conocía de cerca el taller de costura familiar donde aprendió a diferenciar texturas y a maravillarse con los infinitos colores de los hilos que después invadirán sus obras.
Marchi posiblemente sea uno de los grandes artistas que ha dado la Argentina en los últimos cincuenta años. Dueño de algunas de las metáforas visuales que no poseen punto de comparación alguna.
Una multitud de efectos señalizan las estaciones de sus líneas que de alguna manera desbaratan el antiguo preconcepto acerca del arte figurativo, desde luego que a mas de la natural clasificación donde se encasilla por lo general un estilo, hay que entrar a las inmediaciones de otros significantes en su obra.
Decíamos anteriormente que será influenciado por la profesión de su familia, en efecto un fino, delicado, casi invisible hilo sutil circunda cada uno de los personajes de sus creaciones, estableciendo ínfimos lazos que los unen extrañamente, que nos habla de ese costal secreto de la existencia humana como si fuese un silencioso himno a la alegría, una comunión, un giro inesperado que nos aferra unos a otros aunque no lo sepamos, es la búsqueda de un ideal que muchos artistas ya no tienen en cuenta y eso hace la diferencia de su arte.
A más del mensaje revelador de fraternidad hay una depurada virtud en el tratamiento del color que no deja de posicionar si se quiere una trama que va en búsqueda de una escena mística y a la vez de reberberante luminosidad.
Marchi es un narrador de historias que pueden decodificarse a través de su origen, allí pueden verse expatriados en una tierra ignota, cielos que se levantan como destinos imposibles junto a los pequeños milagros de la vida cotidiana que duelen por la ausencia y terminan entibiando de esperanza toda la composición que nos transporta hacia los laderos menos explorados de la alegría de quien se gana la vida con el sudor de un trabajo honesto que en definitiva multiplica su mensaje de espiritualidad.
Son innumerables sus muestras a lo largo de su carrera, el año pasado una de sus últimas exposiciones – Tierra Celeste – en Mundo Nuevo Gallery Art (Buenos Aires). dejo una impresión inusitada en el público. Desde hace años es uno de los jurados del prestigioso Salón Nacional de Arte Sacro que en este 2009 va por la XXXVIII edición ininterrumpida.
Su trabajo ha sido objeto de innumerables artículos y los críticos de arte más prestigiosos nacionales e internacionales han vuelto su mirada a su trabajo.
“Mi lenguaje es exageradamente figurativo- asegura el artista- porque no encuentro mejor manera de hablar sobre temas metafísicos, que utilizando opuestos. Me obsesionan los personajes que trabajan infinitamente en tareas inexplicables y probablemente inútiles, observadores del amanecer, exploradores al final del camino, recolectores de estrellas con la llegada de cada mañana”.
Marchi ya forma parte del itinerario de los geniales artistas argentinos que no terminan de asombrarnos, que a través de su vida nos dieron mucho mas que un esbozo en una tela, que trascienden a un mero hecho creativo de una época o un tiempo, porque quizá están constituidos de la tierra y la sangre que nos pertenece, que nos identifica, como habitantes de un país que a veces no parece irreal no solo por ser tan inmenso y completamente disímil, sino porque existen instantes donde somos el reflejo en el espejo de los imposibles, donde nos buscamos y rara vez nos encontramos porque venimos desde lejos, y a pesar de las generaciones transcurridas somos en realidad perdidos inmigrantes aquí hasta en el patio o terraza de nuestra propia casa y eso es un hecho que nos marca a fuego por el resto de nuestras vidas, somos como lo dice Marchi en cada una de sus obras: extraños buscando un horizonte que en definitiva nunca jamás terminamos de encontrar.