jueves, 20 de octubre de 2016

Sobre José Alberto Marchi. Solo extraños buscando un horizonte…

A sus obras las conocimos en Bs. As. hace unos años, un día en que la lluvia nos obligo a quedarnos en una pequeña galería de arte de esas donde a veces se encuentran algunos ocultos tesoros.
Obras de neto corte realista pero que por cierto poseen una suerte de exaltación de las formas que nos atrajo de inmediato, mientras nos parecía que ahí nomás se acortaban las veredas hacia la eternidad.
José Alberto Marchi nació en Bs. As. en 1956, nieto de italianos, creció en un entorno de trabajadores, su abuelo uno de los mejores sastres de la ciudad fue quien influyo en su manera de pintar, pues conocía de cerca el taller de costura familiar donde aprendió a diferenciar texturas y a maravillarse con los infinitos colores de los hilos que después invadirán sus obras.
Marchi posiblemente sea uno de los grandes artistas que ha dado la Argentina en los últimos cincuenta años. Dueño de algunas de las metáforas visuales que no poseen punto de comparación alguna.
Una multitud de efectos señalizan las estaciones de sus líneas que de alguna manera desbaratan el antiguo preconcepto acerca del arte figurativo, desde luego que a mas de la natural clasificación donde se encasilla por lo general un estilo, hay que entrar a las inmediaciones de otros significantes en su obra.
Decíamos anteriormente que será influenciado por la profesión de su familia, en efecto un fino, delicado, casi invisible hilo sutil circunda cada uno de los personajes de sus creaciones, estableciendo ínfimos lazos que los unen extrañamente, que nos habla de ese costal secreto de la existencia humana como si fuese un silencioso himno a la alegría, una comunión, un giro inesperado que nos aferra unos a otros aunque no lo sepamos, es la búsqueda de un ideal que muchos artistas ya no tienen en cuenta y eso hace la diferencia de su arte.
A más del mensaje revelador de fraternidad hay una depurada virtud en el tratamiento del color que no deja de posicionar si se quiere una trama que va en búsqueda de una escena mística y a la vez de reberberante luminosidad.
Marchi es un narrador de historias que pueden decodificarse a través de su origen, allí pueden verse expatriados en una tierra ignota, cielos que se levantan como destinos imposibles junto a los pequeños milagros de la vida cotidiana que duelen por la ausencia y terminan entibiando de esperanza toda la composición que nos transporta hacia los laderos menos explorados de la alegría de quien se gana la vida con el sudor de un trabajo honesto que en definitiva multiplica su mensaje de espiritualidad.
Son innumerables sus muestras a lo largo de su carrera, el año pasado una de sus últimas exposiciones – Tierra Celeste – en Mundo Nuevo Gallery Art (Buenos Aires). dejo una impresión inusitada en el público. Desde hace años es uno de los jurados del prestigioso Salón Nacional de Arte Sacro que en este 2009 va por la XXXVIII edición ininterrumpida.
Su trabajo ha sido objeto de innumerables artículos y los críticos de arte más prestigiosos nacionales e internacionales han vuelto su mirada a su trabajo.
“Mi lenguaje es exageradamente figurativo- asegura el artista- porque no encuentro mejor manera de hablar sobre temas metafísicos, que utilizando opuestos. Me obsesionan los personajes que trabajan infinitamente en tareas inexplicables y probablemente inútiles, observadores del amanecer, exploradores al final del camino, recolectores de estrellas con la llegada de cada mañana”.
Marchi ya forma parte del itinerario de los geniales artistas argentinos que no terminan de asombrarnos, que a través de su vida nos dieron mucho mas que un esbozo en una tela, que trascienden a un mero hecho creativo de una época o un tiempo, porque quizá están constituidos de la tierra y la sangre que nos pertenece, que nos identifica, como habitantes de un país que a veces no parece irreal no solo por ser tan inmenso y completamente disímil, sino porque existen instantes donde somos el reflejo en el espejo de los imposibles, donde nos buscamos y rara vez nos encontramos porque venimos desde lejos, y a pesar de las generaciones transcurridas somos en realidad perdidos inmigrantes aquí hasta en el patio o terraza de nuestra propia casa y eso es un hecho que nos marca a fuego por el resto de nuestras vidas, somos como lo dice Marchi en cada una de sus obras: extraños buscando un horizonte que en definitiva nunca jamás terminamos de encontrar.

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